Hay demasiada hambre en Colombia. Constituyen legiones los que todas las noches se acuestan con dolor de estómago no porque comieron mucho, sino porque no comieron nada.
Hay hambre en grande en Colombia, hambre de la que duele, de la que desespera,
de la que solo se puede decir “aguante, mijo”.
A los padecimientos del hambre hay que sumarles los sufrimientos por salud, educación, servicios públicos y vivienda. El propio gobierno de Álvaro Uribe, que pasará a la historia por haber cambiado la manera de calcular las lacras sociales para reducirlas en el papel, tuvo que reconocer que hay 20.5 millones de pobres y casi 8 millones, ¡8 millones!, de indigentes. Pero las cosas son peores en otra estadística oficial; en el Sisben hay registrados 30 millones de pobres y paupérrimos, entre 44.5 millones de habitantes. Esto ocurre después del período de mayor crecimiento de la economía de Colombia en décadas, etapa en la que se agravó una de las peores distribuciones de la riqueza en el mundo. Y como la economía cae en picada, la tecnocracia neoliberal pide que se baje el salario mínimo. ¡El hambre de los tiempos de las vacas gordas debe aumentar en los de las vacas flacas!
A su manera, el desempleo más los bajos salarios de los malos trabajos o los escasos ingresos del rebusque, que están en la base de todos los problemas sociales, también torturan a la llamada clase media, a la que cada vez más el régimen abandona a su suerte o la castiga, presentándola como de potentados para justificar negarle los que deberían ser sus derechos, entre ellos el empleo y el ingreso, la salud, la educación, la vivienda y los servicios públicos. Ahí está el drama de tantos pequeños y medianos empresarios –muchos tan débiles que más bien son trabajadores por cuenta propia–, a quienes con el sambenito de que no son eficientes los culpan por todos los problemas que los acosan. A quien se le antoje podrá constatar los sufrimientos de los que no aparecen en los listados del Sisben y a quienes, con ese pretexto, el Estado neoliberal excluye de toda atención.
Esta es la realidad que quieren reelegir, así se hable de las maravillas de un país que solo existe para unos pocos o que, para peor y en casi todos los casos, se padece bajo la tesis absurda de que maluco también es bueno, otra forma de asumir la servidumbre voluntaria que les inducen manipulándolos entre la demagogia y el miedo.
tomado : http://www.moir.org.co/EL-DESEMPLEO-Y-EL-HAMBRE-AZOTAN-A.html
Hay hambre en grande en Colombia, hambre de la que duele, de la que desespera,
de la que solo se puede decir “aguante, mijo”.
A los padecimientos del hambre hay que sumarles los sufrimientos por salud, educación, servicios públicos y vivienda. El propio gobierno de Álvaro Uribe, que pasará a la historia por haber cambiado la manera de calcular las lacras sociales para reducirlas en el papel, tuvo que reconocer que hay 20.5 millones de pobres y casi 8 millones, ¡8 millones!, de indigentes. Pero las cosas son peores en otra estadística oficial; en el Sisben hay registrados 30 millones de pobres y paupérrimos, entre 44.5 millones de habitantes. Esto ocurre después del período de mayor crecimiento de la economía de Colombia en décadas, etapa en la que se agravó una de las peores distribuciones de la riqueza en el mundo. Y como la economía cae en picada, la tecnocracia neoliberal pide que se baje el salario mínimo. ¡El hambre de los tiempos de las vacas gordas debe aumentar en los de las vacas flacas!
A su manera, el desempleo más los bajos salarios de los malos trabajos o los escasos ingresos del rebusque, que están en la base de todos los problemas sociales, también torturan a la llamada clase media, a la que cada vez más el régimen abandona a su suerte o la castiga, presentándola como de potentados para justificar negarle los que deberían ser sus derechos, entre ellos el empleo y el ingreso, la salud, la educación, la vivienda y los servicios públicos. Ahí está el drama de tantos pequeños y medianos empresarios –muchos tan débiles que más bien son trabajadores por cuenta propia–, a quienes con el sambenito de que no son eficientes los culpan por todos los problemas que los acosan. A quien se le antoje podrá constatar los sufrimientos de los que no aparecen en los listados del Sisben y a quienes, con ese pretexto, el Estado neoliberal excluye de toda atención.
Esta es la realidad que quieren reelegir, así se hable de las maravillas de un país que solo existe para unos pocos o que, para peor y en casi todos los casos, se padece bajo la tesis absurda de que maluco también es bueno, otra forma de asumir la servidumbre voluntaria que les inducen manipulándolos entre la demagogia y el miedo.
tomado : http://www.moir.org.co/EL-DESEMPLEO-Y-EL-HAMBRE-AZOTAN-A.html